Me sorprende lo iguales que son los niños en cualquier lugar del mundo... los he visto. Allá en China, en Mauritania, en lo alto del inmenso Perú, en el más sur de los sures de Chile, en el medio de la infinita Patagonia... los niños son niños. Hay algo común en todos ellos: ilimitada ternura, ilimitada inocencia... que sólo el tiempo es capaz de robar... el tiempo y los ladrones, porque hay ladrones de termura e inocencia que convierten a niños en adultos prematuros. Hay adultos, hambre, miseria, guerras (ahora que lo escribo sin pensarlo mucho... igual puede resumirse todo en "adultos") que se cargan los mecanimos ordinarios que los niños tienen para vivir... y sin ellos, un niño ya nunca es un niño aun cuando lo parezca.
Acabo de terminar de ver "El jardinero fiel" (altamente recomendable) y se me ha quedado grabada la imagen de la niña a la que el protagonista intenta salvar colándola en un avión... el piloto se niega -"hay miles como ella"- argumenta... en el medio de la discusión la niña sale corriendo y abandona el aparato. En el siguiente plano desde el interior el avión despega mientras la pequeña corre al lado, a su alrededor una tribu atacante mata a todo el mundo y secuestra niños... la niña corre al lado del avión mientras oímos como un médico explica que tal vez, con un poco de suerte, pueda llegar a un campo de refugiados... Esto además me ha recordado a un libro que leí hace unos años (altamente recomendado también, llamado "Camella" que cuenta la éxodo de toda una familia por África en busca de agua... comida... es durísimo y también tiene a una niña como protagonista) Y todo esto me recuerda porqué no creo en dios y porqué algunos días (a ratos, "gracias a dios") tampoco creo en los hombres...
domingo, 9 de mayo de 2010
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